Do
- 플로르

- 7 ene 2019
- 1 Min. de lectura
Un día cuando entrenaba y llovía a la vez, recordé cuando escribió “tao” en la ventana en su carácter coreano (Do)… De repente se hizo de día, pero la lluvia seguía. Su silueta coloreada de blanco y con una franja negra en su cintura, apareció súbitamente como un destello de luz. Miraba de pie por la ventana nervioso, pensando, evitando algo. Yo me vi a su lado por el reflejo del vidrio sucio y empañado, también iba de blanco, solo que mi franja era roja. Su dedo índice comenzó a deslizarse sutilmente por la ventana y sus ojos seguían fielmente su camino. Los míos también, pero como siempre, algo distraídos. Desaparecía lentamente el agua y el sudor condensado por esa parte de la ventana, donde su huella iba dejando su efecto traducido en un carácter extraño y que procedió a explicar una vez manchada su vestidura blanca por la suciedad que albergaba en el dedillo. Sus palabras no las recuerdo, pero el mensaje jamás lo olvido. Entendí a su lado el significado de “tao”. Fue mi maestro y al mismo tiempo aprendiz. Parpadeé. Volvió a ser de noche. Miré por la ventana la lluvia, yo seguía allí de pie frente a la ventana, pero ya se había marchado. Intentaba que el reflejo de la luz no interviniera en la búsqueda del “tao” que dejó escrito en el vidrio. Me alejé porque me di cuenta que había desaparecido. Sonreí, porque había quedado grabado por las ventanas de mi alma, en la mía.



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